viernes, 13 de marzo de 2015

SDV unplugged

 






Mezcla de poeta punk y ex gentleman, de piernas flacas y zapatones de obrero metalúrgico, SDV caía bien temprano a mi tallercito de artes gráficas y cuanto más temprano fuera, más grande era su anomalía emocional, su pena de la noche anterior, su silenciosa tristeza.

Pero poseía (y seguro que aún posee) el don de la ironía, de un cierto tipo de ironía, diría, la «ironía creativa» pues jamás repetía un refrán ni una tipificación acerca de alguien, generalmente alguno de los tantos diletantes y huérfanos de una bohemia pueblerina, ese tipo de bohemia, a su vez, que quedó lastrada en otra época, improductiva, llena de proyectos jamás realizados, muy convencida de su importancia intelectual para una sociedad que no se merece siquiera el gesto de pensar en ella.

Por eso además, y sin proponérselo, lo seguía una caterva de personajes inútiles, cuando él apenas podía hacer frente a sus propios conflictos. Yo lo escuchaba y pensaba «qué carajo hacés acá Saúl». Lo veía trabajar con el CorelDraw, que había aprendido a manejarlo anoche, o el primer Photoshop que recién descubría, y yo volvía a pensar en lo mismo. Cuando recibíamos un libro para componer, tipiaba como un profesional y cada tanto se le daba por corregir la prosa original, creando divertidos conflictos con los autores, sobre todo algún que otro mal escritor, y encima medio facho, que desconfiaba de «ese señor que parece un subversivo».

Porteño transterrado, había andado por el mundo haciendo varias macanas. Había formado parte de la banda de culto Los Pillos, sobre la cual pocas veces hablaba, antes de llegar a Concordia para laburar en lo que fuera, siempre que no fueran proyectos fantásticos que estarían destinados al rotundo fracaso y al desastre económico. Y pienso que aquí no la pasó bien. Esta ciudad no soporta personas idealistas y menos si son creativas.



https://soundcloud.com/saul-diaz-de-vivar/blusete


Siempre que terminábamos de sufrir algún plomo de esa cuasi bohemia, decíamos que teníamos que irnos por ahí a recorrer el mundo en una Kombi, en un Citroen 3CV, en una motito de baja cilindrada. Era un tema recurrente hasta que una noche, Saúl dijo basta y se largó a San Martín de los Andes, para volver a empezar, a reconstruir el mundo y a reconstruirse.

De mis amigos, los reales, SDV conocía como pocos el verdadero rocanroll, las formaciones de las grandes bandas... y tuvo una discoteca impecable de vinilos originales que hoy valdrían una fortuna pero que él se empeño en regalar o perder en el camino (yo atesoro algunos de esos discos, que son suyos pero que guardo hasta el día que él sepa que lo los va a perder, se entiende?).

Cuando conocimos a sus padres, me llamó poderosamente la atención que su padre sabía mucho la música clásica rusa del período estalisnista. Entonces entendí que semejante finura cultural de mi amigo tenía sus causas, genéticas diría.

Ahora, tantos años ha, pongo un blues bien copado, me acuerdo de alguna foto y la subo, y pienso en mi lejano amigo Saúl Díaz de Vivar.


 Foto: con SDV en 1994.